Ecuador en las Noticias
Míster Chapman la embarró invitando a Fernando Alvarado
Alvarado es algo así como un emblema de la campaña más atroz y bárbara que gobierno alguno del Ecuador haya emprendido en contra de la prensa independiente
Cuando el homofóbico gobierno ruso empezó a acosar a gays poco antes de los juegos olímpicos de invierno en Sochi, la administración Obama desafió al troglodita de Putin al incluir a tres atletas abiertamente homosexuales en el equipo olímpico. Cuando en Orlando un radical acribilló a 49 personas en un club de gays, el gobierno de EE.UU. ordenó izar la bandera del movimiento LGBT en varias embajadas alrededor del mundo.
¿Alguién podría imaginar que luego de esos gestos oficiales, quizá los más progresistas de la diplomacia moderna, un embajador de los EE.UU. en Moscú invite, por ejemplo, a un Dmitri Kiselyov, el impresentable director homofóbico de la agencia rusa de prensa, para hablar sobre turismo a una fiesta por el 4 de julio? Hacerlo sería un grosero acto de incoherencia, una burda traición a los principios que los EE.UU. dice defender.
Pues algo parecido es lo que ocurrió el viernes 1 de julio en la residencia del Embajador de los EE.UU. en Quito. Tras nueve años de acoso a la prensa por parte del gobierno de Rafael Correa, durante los cuales la Embajada de los EE.UU. se ha presentado como la más decidida defensora de la libertad de expresión en el Ecuador, el embajador Todd Chapman decide invitar como orador a Fernando Alvarado a la fiesta por el 4 de julio. ¿No tenía a nadie más para invitar al agasajo donde se supone se recuerda los principios libertarios con los que se fundaron los EE.UU., entre ellos la libertad de expresión?
Alvarado es algo así como un emblema de la campaña más atroz y bárbara que gobierno alguno del Ecuador haya emprendido en contra de la prensa independiente y de la libertad de expresión en la historia moderna. Cuando se habla o se piensa en Alvarado se está hablando o pensando en el operador que inventó recursos perversos como los de las réplicas grabadas que interrumpen programas de radio o televisión que no son del agrado de su jefecito chulo o de quien, como cabeza de los medios mal llamados públicos, hizo que se publicaran en un diario del Estado los correos electrónicos que ilegalmente le sustrajeron a la activista Martha Roldós.
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