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Pueblos Indígenas

¿El etnocidio del pueblo shuar?

02/05/2017 Plan V - Susana Morán

El informe de la Fundación TIAM y del Pueblo Shuar Arutam revela por primera vez las cifras de la tragedia del pueblo shuar afectado por el proyecto minero Panantza-San Carlos

Jorge Herrera, presidente de Conaie; Abilio Shakai y Raul Petsain, del pueblo Shuar Arutam; y Patricia Mencay, del pueblo Waorani acudieron a Ginebra para denunciar la situación de los pueblos indígenas. Foto: Plan V Jorge Herrera, presidente de Conaie; Abilio Shakai y Raul Petsain, del pueblo Shuar Arutam; y Patricia Mencay, del pueblo Waorani acudieron a Ginebra para denunciar la situación de los pueblos indígenas. Foto: Plan V

Jorge Herrera, presidente de Conaie; Abilio Shakai y Raul Petsain, del pueblo Shuar Arutam; y Patricia Mencay, del pueblo Waorani acudieron a Ginebra para denunciar la situación de los pueblos indígenas. Foto: Plan V

El informe de la Fundación TIAM y del Pueblo Shuar Arutam revela por primera vez las cifras de la tragedia del pueblo shuar afectado por el proyecto minero Panantza-San Carlos, en Morona Santiago. Son 35 familias de Nankints, Tsuntsuimi, San Pedro y Kutukus que vivieron el desalojo forzoso entre agosto y diciembre pasados. Ahora, los pobladores sobre todo de Tsuntsuimi buscan volver a sus tierras entre fuertes controles militares. Sus cultivos y sus animales han muerto. Tienen enfermedades y la educación escasea. Es una crisis humanitaria, según líderes indígenas y activistas.

Una crisis humanitaria. Así describen dirigentes shuar, expertos y defensores de derechos humanos a la situación de los habitantes de poblados como Nankints y Tsuntsuimi, en Morona Santiago, desplazados por el conflicto minero del año pasado. En agosto, noviembre y diciembre de 2016, militares llegaron a la zona donde ahora se encuentra el campo minero Panantza-San Carlos (antes Nankints) y los enfrentamientos provocaron un policía muerto y decenas de familias desplazadas a localidades cercanas. Los hombres de las comunidades, señalados como supuestos autores de las muerte, se refugiaron en la selva. Las mujeres se quedaron solas con sus hijos, alejadas de sus casas y sin alimentación. A Quito llegaron cinco de ellas, en febrero pasado, para describir su crítica situación y llevar algo de ayuda a sus territorios. Estas mujeres al igual que decenas de desalojados se ubicaron principalmente en la población de Tiink. Esa comunidad refugió a decenas de familias. Hubo hasta dos familias por casa. También se vieron allí helicópteros y drones, un acto calificado como “una provocación” por la dirigencia shuar. Pero ahora el retorno desnuda de nuevo el drama del pueblo shuar. Con las viviendas afectadas, y sin bienes, pero sobre todo sin tierra o sin cultivos, este pueblo indígena pelea contra el exterminio.

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