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Energía

Gigantes Petroleros de propiedad estatal enfrentan serios problemas

15/07/2019 -

En el Ecuador el estado controla más del 80% de la producción petrolera. Perupetro, que empezó siendo la empresa petrolera peruana y se convirtió en su ente regulador, controla las actividades de exploración y producción de las compañías privadas en el país.

Foto: The Economist Foto: The Economist Foto: The Economist

Foto: The Economist

Con frecuencia, se dice que el petróleo puede traer tanto abundancia como desgracias a un país. En Venezuela, de lejos el país con las mayores reservas petroleras comprobadas, más bien ha sucedido lo segundo. La producción de Petróleos de Venezuela (PDVSA) tuvo un verdadero auge en 1998, cuando Hugo Chávez fue elegido presidente.  En los años que siguieron, la plataforma izquierdista y su sucesor autoritario Nicolás Maduro, purgaron el equipo profesional que manejaba PDVSA, armaron fuertemente a sus colaboradores internacionales y saquearon sus arcas. Una extensa investigación sobre la compañía conducida en los Estados Unidos hasta ahora ha denunciado a más de veinte personas.  El gerente actual de la compañía petrolera es un general de brigada sin experiencia alguna en temas petroleros.  A partir de enero, cuando los Estados Unidos anunció severas sanciones en contra de PDVSA, la producción se desplomó hasta alcanzar los niveles más bajos desde los años 20.  Mientras tanto, millones de venezolanos carecen de comida y acceso a salud básica.

PDVSA es la caricatura de una mala administración.  Sin embargo un estudio sobre los gigantes petroleros controlados por el estado en América Latina, que representan alrededor del 10% de la producción mundial de petróleo y el 20% de reservas probadas, evidencian que esta lamentable condición no se limita a Venezuela.  Cinco años después de que los precios del petróleo se desplomaran, los remanentes de producción siguen en recesión en la mayor parte de la región, aún cuando la industria en su conjunto enfrenta trastornos sin precedente alguno. El año pasado, el auge de los esquistos ayudó a los Estados Unidos a producir 15.3 millones de barriles de petróleo por día, aproximadamente un sexto de la producción mundial. La preocupación por las emisiones de carbono y el incremento de los vehículos eléctricos significa que las inquietudes sobre los picos de suministro han sido reemplazadas por el temor sobre una demanda de punta.

Esta incertidumbre ha añadido nuevas inquietudes respecto de la antigua pregunta sobre cómo maximizar el valor de las reservas de crudo.  En lugar de enfrentar esta situación de forma directa, los líderes latinoamericanos en el campo energético, o más bien sus capataces políticos, han vuelto a encender los debates de antaño. ¿Someter a las compañías a presiones políticas o mantenerlas independientes? ¿Invitar la inversión extranjera o evitarla? ¿Maximizar la eficiencia o crear empleos? ¿Subsidiar los combustibles o dejar que los precios fluctúen según el mercado? Sus respuestas, en gran mayoría, han sido desalentadoras.

Los estados controlan alrededor del 90% de las reservas de petróleo y gas en el mundo… y lo hacen de diversas maneras, como se ha demostrado en América Latina.  En Guyana, el más joven de los estados petroleros, la producción está cerca de lograr una bonanza luego del descubrimiento realizado por ExxonMobil en 2015; sin embargo, el país aún debe crear su propia compañía petrolera.  Pemex en cambio, fue fundada en Méjico en 1938 como un monopolio de propiedad estatal.  Otros países tienen tanto compañías estatales como compañías extranjeras, con frecuencia funcionando en sociedades bastante incómodas.  En el 2000, el gigante petrolero de propiedad estatal en Brasil, Petrobras, cotizó en bolsa en los Estados Unidos. Sus contrapartes argentinas y colombianas tienen también una minoría de accionistas privados.  En el Ecuador el estado controla más del 80% de la producción petrolera. Perupetro, que empezó siendo la empresa petrolera peruana y se convirtió en su ente regulador, controla las actividades de exploración y producción de las compañías privadas en el país.  Venezuela, tras haber abierto su sector petrolero en los 90, en 2006 declaró que PDVSA tomaría el control mayoritario de los campos petroleros manejados por las firmas extranjeras.  BP y Chevron se incluyen entre las firmas que aceptaron estas condiciones; ExxonMobil y ConocoPhillips empacaron sus maletas y dejaron el país.

A pesar de sus distintas estructuras corporativas, la mayoría de los gigantes petroleros latinoamericanos comparten tres tipos de problemas.   El primero es un manejo inadecuado del dinero en épocas de vacas gordas, que incluye el error de poner demasiado dinero en las arcas fiscales y muy poco en inversiones a futuro.  En el 2013, cuando el precio del petróleo llegó al tope de 100 dólares por barril, Pemex transfirió cerca de la mitad de sus ingresos al gobierno mejicano.  A pesar del alza de precios del crudo, Petrobras experimentó una baja en su cotización en bolsa, al tiempo que se cargaba de deudas e invertía en demasiados proyectos marginales. Según datos provistos por el Natural Resource Governance Institute, un centro de estudios especializados, cuando los precios del petróleo empezaron a bajar, las compañías petroleras latinoamericanas acumularon obligaciones a largo plazo por más de 400 mil millones, equivalentes al 8.5% del combinado de su producto interno bruto.  Petrobras acumuló casi la mitad del total.

El segundo problema que también tienen en común, es que algunos políticos y ejecutivos han utilizado a estas compañías como su alcancías personales.  Los escándalos de corrupción han sacudido a Petrobras, Petroecuador y Pemex, al igual que a PDVSA.  Petrobras experimentó un desplome cuando salió a la luz el hecho de que varias firmas constructoras habían pagado miles de millones de dólares en coimas a políticos brasileros por contratos encubiertos para construir refinerías y otras obras de infraestructura, lo cual en combinación con el cúmulo de deudas hizo que en 2015 las agencias de calificación crediticia bajaran su calificación al status de basura. Entre agosto de 2014 y febrero de 2016 la capitalización bursátil de la compañía se contrajo en 115 mil millones equivalentes a un 80%.  Sólo una porción de este total llegó al precio de desplome; el precio de las acciones de ExxonMobil decreció un 18% en este período (ver cuadro).

Hay indicios de que esta corrupción está siendo limpiada tanto en Brasil como en otros países.  Varios altos ejecutivos de Petrobras y decenas de políticos brasileños han sido enjuiciados por el affaire Petrolão. El 5 de julio las autoridades mejicanas informaron que habían emitido una orden de detención en contra de Emilio Lozoya, quien había presidido Pemex entre 2012 y 2016 (y que había huido del país). Mientras el presidente de Ecuador Lenín Moreno, trata de arreglar el caos existente en Petroecuador, fiscales norteamericanos continúan presentando cargos aduciendo el pago de sobornos que afectaron a la compañía durante la administración de su predecesor Rafael Correa.

Sin embargo, las compañías siguen siendo susceptibles a los avatares políticos, el tercer y más acuciante reto que enfrentan todas.  Empecemos por Petrobras, el productor de petróleo más grande de la región que ha logrado algunos avances.  El año pasado acordó pagar 2.950 millones de dólares a sus socios minoritarios por un acuerdo en el que terminó una demanda colectiva en los Estados Unidos.  Pedro Parente, quien en 2016 se convirtió en su director ejecutivo, redujo los costos, empezó a vender activos rentables, reformó la política de precios y emprendió en acciones para impulsar la producción a partir de vastos recursos que yacen a miles de metros bajo la sal del subsuelo marino.

Aún así, Petrobras sigue siendo vulnerable a los cambios políticos.  El año pasado el gobierno volvió a aplicar subsidios a los combustibles para calmar a los iracundos camioneros.  El Sr. Parente renunció y las acciones de Petrobras sufrieron un fuerte revés.   El nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, nombró a Roberto Castello Branco, un economista muy apreciado que había sido miembro de la Junta Directiva, quien está aparentemente decidido a continuar con las políticas pro mercado aplicadas por el Sr. Parente.

Sin embargo, ante el riesgo de otra huelga en abril, el Sr. Bolsonaro le pidió posponer  los planes para incrementar el precio del diesel en un 5.7%.  El precio de las acciones de Petrobras, que se había multiplicado por seis luego de la depresión de 2016, tambaleó.  El gobierno se apresuró a calmar a los mercados y anunció la subasta de varias refinerías de petróleo, además de un incremento de precios un poco más bajo de lo planeado.  No obstante, los inversores se mostraron conmocionados.  “No podrá vender ni un solo tornillo de una refinería hasta que el mercado confíe en que no habrá ninguna interferencia del gobierno,” afirmó un veterano de la industria petrolera en el país.

Crisis de abundancia

La situación de Méjico, el segundo en producción después de Brasil en la región está aún peor. Pemex ha sido un símbolo de soberanía y orgullo nacional desde que Lázaro Cárdenas expropiara los campos petroleros en 1938. Con el petróleo atado a la política,  la estrategia ha estado sujeta a oscilaciones entre una presidencia y otra.  Cuando en los 70 Méjico se dio cuenta del potencial del gigante campo offshore Cantarell, el presidente José López Portillo, declaró que lo que Méjico necesitaba hacer es “manejar la abundancia.” En lugar de eso, el boom de Cantarell generó suficiencia y la inversión disminuyó.  El año pasado el campo produjo 80.000 barriles por día a partir de los 2 millones producidos en el 2014.

Para complicar aún más las cosas, durante años Pemex ha pedido dinero prestado para pagar sus impuestos acumulando préstamos garantizados por el gobierno. Esto lo ha convertido en un vehículo para el endeudamiento público, dejando a Méjico en una situación particularmente vulnerable a su decreciente fortuna.  Pemex ha superado a Petrobras como la compañía petrolera más endeudada, con deudas a largo plazo equivalentes al 15% del producto interno bruto de Méjico.  El 5 de junio Fitch Ratings despojó a Pemex de su calificación crediticia.

En la actualidad Pemex es dirigida por un aliado político del presidente populista Andrés Manuel López Obrador, quien no tiene experiencia alguna en el manejo de empresas productoras de petróleo o gas.  La compañía había buscado socios extranjeros para reactivar su producción, pero el Sr. López Obrador congeló las subastas de sitios de exploración. En su deseo de reducir la dependencia en las importaciones de combustibles desde los Estados Unidos, López Obrador planea construir una refinería en Tabasco a un costo de 8 mil millones de dólares (o más), lo que podría agravar aún más los problemas de Pemex en lugar de solucionarlos.  El ministro de finanzas del Sr. López Obrador renunció hace poco, aparentemente por haberse opuesto a la estrategia del presidente respecto de Pemex (ver artículo). El anuncio de otros proyectos para la compañía se esperan este mes. El banco JPMorgan Chase, se refirió a un plan de ayuda anterior como menos que mediocre.  Fitch considera que los impuestos deberán ser reducidos a la mitad para que la compañía pueda retener suficiente efectivo, ya sea para invertirlo en sus negocios o para pagar sus deudas.  El objetivo del Presidente de elevar la producción de crudo en alrededor del 50% hasta el 2014, a partir de los 1.7 millones producidos actualmente, aparece como fantasioso.

Otros países productores de petróleo en América son minúsculos si se los compara con Petrobras o Pemex.  No obstante, sus experiencias son muy instructivas.  En Argentina la industria petrolera ha quedado marcada por la decisión de volver a nacionalizar el 51% de YPF que había sido privatizada 19 años antes, tomada por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el 2012.  Su sucesor Mauricio Macri, con un enfoque más favorable del mercado, ha hecho que a las empresas extranjeras les resulte más fácil invertir en el país.

Al competir con rivales extranjeros y formar alianzas puntales con ellos, YPF por fin está empezando a explotar ricos depósitos de esquistos en la formación geológica de Vaca Muerta en la Patagonia Norte.  Sin embargo, en su valor en dólares, el precio de las acciones de la compañía languidece en un 80% bajo su precio pico alcanzado en el 2005.  Todo progreso podría venirse abajo si el aliado peronista de la señora Fernández gana la presidencia (la ex presidenta se encuentra haciendo campaña por su compañero de partido).

De alguna manera, el punto más sobresaliente de la región ha sido Colombia. Álvaro Uribe, presidente del 2002 al 2010, se empeñó en la restructuración de Ecopetrol. Sus cambios incluyeron la creación de un regulador independiente así como la cotización del 11% de las acciones de Ecopetrol, lo que proporcionó una infusión de capital que ayudó a la compañía a reclutar mejores administradores.  En el 2015 contrató a Felipe Bayón Pardo, un antiguo alto ejecutivo del gigante grupo petrolero británico BP, quien se convirtió en su gerente en el 2017.  Luego de una disminución de los precios del petróleo a fines de 2014, Ecopetrol redujo sus gastos.  Cuando subieron los precios también subieron los gastos, aunque más lentamente que en Méjico.  Sin embargo, las reservas de Ecopetrol están disminuyendo.  Para aumentarlas, está asociándose con grandes petroleras internacionales e invirtiendo 500 millones de dólares en fracking.

El éxito no está asegurado en Colombia o en cualquier otra parte.  La Agencia Internacional de Energía, un ente pronosticador intergubernamental, predijo que la producción brasilera experimentaría un boom el año pasado; sin embargo, ésta sufrió un bajón dado que se demoró el inicio de producción en los nuevos campos petroleros y los campos maduros se vinieron abajo.

 

Quienes se preocupan por el cambio climático podrán argumentar que el mal manejo de las empresas petroleras de la región controladas por el estado, harían bien en devolver su dinero a los accionistas e invertir el resto en la producción de energías más limpias.  Sus rivales en otras partes del mundo están dando tímidos pasos en esa dirección. El titán noruego Statoil, se ha reinventado hasta convertirse en Equinor; su portafolio incluye tanto proyectos petroleros como parques eólicos.  Aún el coloso mundial de la producción de petróleo en Arabia Saudita, Aramco, está apostando por los productos petroquímicos y  la refinación, cuya demanda se mantendrá sólida aún si el precio mundial del carbono algún día se vea abatido por el del crudo.  Los productores de petróleo en América Latina están demasiado consumidos por los viejos desafíos como para poder lidiar con los nuevos retos que se les presentan.

Esta es una traducción no oficial realizada por Chevron. El artículo original en inglés puede ser visto aquí

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