Interferencia del Gobierno

Estadao - Mordaza 2.0 a la prensa

Estadao - Marc Margolis 21/09/2014

Alquimia, como se sabe, no existe. Excepto en los cuentos infantiles o en Ecuador, donde funciona al revés. Así, un tradicional periódico de Quito pronto se convertirá en semanario.

El Diario Hoy, que circula hace 32 años, seguirá llamándose así, pues se trata de su marca. Sin embargo, sus dueños se limitarán a imprimir solamente la edición del fin de semana. La ausencia durante el resto de la semana es obra de ingeniería reversa, que hace parte del arte del presidente Rafael Correa, dedicado a su misión de restituir el país andino, no importa el patrimonio que se inmole en el camino.

En guerra con la prensa independiente desde que llegó al poder en 2007, Correa ya ha experimentado de todo un poco. Demandó a periodistas, multó a periódicos y revocó licencias.

Regularmente vuelve sus armas contra profesionales de la prensa que lo incomodan, como lo hizo el 23 de agosto, en una estación de radio del Estado, cuando dijo que el periodista exiliado Emilio Palacio, uno de sus mayores rivales, era un “psicópata”, e instó a los oyentes a tomar represalias contra él. “¿Ustedes no tienen ganas de caerle patadas a un tipo así?”, preguntó en el programa Enlace Ciudadano. Por lo mínimo pareció una especie de linchamiento con mandato palaciego. En Alemania, alrededor de 1940, quien atendía a peticiones como esas vestía camisa café con una esvástica en el brazo izquierdo.

Más astuto, Correa prefiere lanzar golpes institucionales. Después de todo, los tribunales ecuatorianos, llenos de sus seguidores, son un molino de procesos escritos a favor del presidente. Actualmente están en tránsito por la Justicia un centenar de acciones penales contra la prensa privada nacional, de acuerdo con estimaciones independientes.

Contra el Diario Hoy, Correa recurrió a otro truco, que está de moda en el continente sudamericano: el control de la importación. Él restringió la compra de bobinas de papel periódico importadas, un duro golpe en un país donde la televisión y la radio, cuando no pertenecen al Estado, ya están tuteladas por el gobierno. “El papel es el último bastión de los medios independientes. Por lo tanto, los líderes quieren cortarlo”, dice Thor Halvorssen, director de la ONG Human Rights Foundation, con sede en Nueva York.

Si el ataque a la prensa ecuatoriana se limitara a medidas sueltas, ya sería grave. Sin embargo, Correa quiere mucho más. Por eso, promovió la Ley Orgánica de Comunicación, aprobada fácilmente el año pasado por su Parlamento amigo. Se trata de un tomo que reúne 109 medidas y artículos, esculpidos a mano para amansar la crítica.

En la nueva legislación, el lenguaje es cuidadoso. En lugar de amenazar con censura a quienes se atrevan a desentrañar de la buena conducta, invierte el juego. Censor no es el Estado, sino aquel medio de comunicación que practica “omisión deliberada y recurrente de la difusión de temas de interés público”. Es la alquimia jurídica que convierte la víctima en victimario.

Origen chavista.

El modelo ecuatoriano es un hijito de la matriz venezolana, parida y perfeccionada en los 14 años del régimen del comandante Hugo Chávez, con enmiendas y anexos en el gobierno de Nicolás Maduro.

El miércoles, el diario El Universal despidió a Rayma Suprani, una caricaturista premiada (más información en esta página). Su delito: un dibujo que retrataba la imagen precaria de la salud pública en Venezuela, inspirada en la firma de Chávez, que la caricaturista convirtió en una línea horizontal, como si fuera el equipo cardiaco que muestra un paciente sin signos vitales.

A tiempo: después de una larga agonía y sin papel suficiente para imprimir sus ediciones, el diario venezolano centenario, conocido por la línea editorial independiente, fue vendido en julio para un comprador no revelado. Muchos periodistas ya han renunciado y otros acabaron despedidos.

Otro grupo independiente de los medios impresos venezolanos, la Cadena Capriles, se vio obligada a rendirse a un obscuro grupo español, con dinero, pero sin tradición en los medios de comunicación.

Todo esto a pesar de que la Constitución Bolivariana prohíbe explícitamente el control de la prensa nacional por capital extranjero. Pero eso está bien. En la alquimia bolivariana, la ley es lo que el máximo hechicero quiere que sea. Y, cada vez más, también la noticia.

Esta es una traducción no oficial realizada por Chevron, el artículo original en portugués puede ser visto aquí.